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El terrorismo: el problema de las causas

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El terrorismo: el problema de las causas.
La perspectiva de los factores exógenos
Por Patricia Kreibohm*

En la actualidad, el análisis de las causas del terrorismo es uno de los ejes más controvertidos y complejos para el debate internacional. Patricia Kreinbohm aporta un texto enfocado en factores exógenos e introduce tres hipótesis para considerar las bases de este fenómeno: La hipótesis de la crisis, La hipótesis de los estímulos socio-tecnológicos y la hipótesis del terrorismo como reacción.

Como se sabe, el terrorismo constituye un problema en el más estricto sentido del término. Un problema concreto que afecta la vida, la seguridad y el bienestar de muchas sociedades contemporáneas, pero también un problema teórico que ha suscitado fuertes debates y profundas confrontaciones. 1 De hecho -hasta la fecha- no se ha podido elaborar una definición consensuada del concepto y tampoco se ha logrado formular una teoría general que sirva para explicar el fenómeno. Desde el punto de vista metodológico, los progresos no han sido sustanciales y -en la mayoría de los casos- las diferencias ideológicas han prevalecido por sobre las precisiones científicas, restando valor y objetividad a los resultados obtenidos. En la actualidad, el tema sigue configurando un dilema; un dilema teórico que no ha podido resolverse y cuyas derivaciones se han reflejado en el plano de la praxis, impidiendo el hallazgo de respuestas adecuadas y de políticas concretas para enfrentar sus desafíos.

El problema de las causas es uno de los ejes más controvertidos de su análisis. En efecto, el disenso provocado por esta cuestión ha dividido a los especialistas, quienes se han adherido -básicamente- a dos grandes corpus interpretativos: en primer término, la corriente de los factores endógenos, que considera a los activistas y a la dinámica intrínseca de sus grupos, como los principales impulsores del terrorismo. En segundo lugar, la corriente de los factores exógenos, según la cual, la gestación del terrorismo obedece a causas externas a sus organizaciones. Desde esta perspectiva, los especialistas consideran que -aún existiendo una predisposición en los individuos para integrarse a estos movimientos- son razones ambientales o contextuales las que determinan su emergencia. En otras palabras, entienden que la decisión de recurrir a la vía terrorista depende de la forma en que sus actores definen una situación política y reaccionan ante ella. 2

En este artículo nos concentraremos en los análisis de esta última línea y -a los efectos de ordenar el planteo- tomaremos en consideración las argumentaciones de tres hipótesis explicativas específicas.

La hipótesis de la crisis

Esta interpretación goza de mucho consenso entre los investigadores. 3 Según ella, la existencia de una crisis -política, social, económica, o una combinación de las tres- produce descompensaciones tan severas en la legitimidad del poder político, en la desintegración del tejido social y en las frustraciones de las aspiraciones colectivas, que justifica -para determinados individuos- la elección del terrorismo como vía para ejecutar el cambio. En este sentido, Michael Wieviorka sostiene que la violencia terrorista configuraría una respuesta equivocada a los desequilibrios propios de una situación de cambio. 4 El terrorismo -señala el autor- debe ser interpretado como un anti-movimiento social; es decir, como una forma extrema y descompuesta de movimiento social. 5 Expresa claramente la ruptura entre el interior y el exterior y configura un activismo volcado a la destrucción del sistema, percibido como nefasto y destructivo. En cuanto a sus acciones, se identifican como una respuesta contraofensiva y auto-preservadora, en la que la bomba y los disparos son el discurso del terrorista; un discurso que fija el sentido de su acción. “Su carácter es misterioso, escandaloso, dramático. Siempre hay exceso o defecto cuando se trata del terrorismo: exceso que quema o defecto que hiela.” 6

Según Richard Rubenstein, la convicción de que la crisis, la anomia o la exclusión son instrumentos de alteración general que potencian la disfuncionalidad institucional y pueden desembocar en violencia colectiva, es un idea bastante frecuente que tiene sus fundamentos teóricos en los grandes maestros de la sociología funcionalista: Talcott Parsons y Robert Merton. De acuerdo a ella, es indudable que la existencia de una crisis genera un clima específico que desencadena una serie de sensaciones negativas entre los individuos. Normalmente dichas sensaciones están vinculadas a la exclusión o a la marginación; a la frustración o a la incertidumbre estructural y si bien suelen traducirse en conductas bastante previsibles también pueden, eventualmente, conducir a la violencia bajo la forma terrorista. Así, bajo determinadas circunstancias, los individuos pueden iniciar procesos de alienación que los conduzcan a la búsqueda de soluciones extremas: una de ellas es el terrorismo. Sin embargo -dice el autor-  esto no significa que sea factible extraer conclusiones con categoría de ley ni generalizar la constatación empírica de un nexo necesario entre crisis y violencia terrorista. 7  

La hipótesis de los estímulos socio-tecnológicos.

Una segunda línea de análisis sostiene que la aparición del terrorismo contemporáneo responde a un conjunto de estímulos que se han incrementado en los últimos tiempos. Dichos estímulos se han gestado por la confluencia de una serie de avances tecnológicos y sociales, y entre ellos debe destacarse: la configuración de los sistemas democráticos, el desarrollo económico, científico y técnico, los cambios sociales rápidos y los progresos de los medios de comunicación. En efecto, los terroristas cuentan -en la actualidad- con un sinnúmero de ventajas para llevar a cabo sus acciones: la facilidad para acceder a las armas, a la información y a los contactos internacionales; la creciente vulnerabilidad de las sociedades urbanas modernas y la efectividad de los medios masivos de comunicación. Todas estas posibilidades -sostienen los especialistas- se han incrementado a partir del proceso de globalización y han introducido cambios sustantivos en la manera de pensar y de actuar de los activistas. Desde este punto de vista, estos progresos actúan -en ciertas sociedades desestabilizadas y divididas- como catalizadores de la violencia, proporcionando a sus agentes la inspiración y la chispa que los inclina al terrorismo. 8 De hecho, en las últimas décadas, los terroristas han potenciado sistemáticamente sus capacidades logísticas y operativas, dando origen a un nuevo género de violencia de alcance verdaderamente global. 9

Probablemente, estos factores no resulten suficientes para dilucidar la emergencia del fenómeno; sin embargo, contribuyen a interpretarlo a partir de un simple y elemental cálculo de costo-beneficio. En otras palabras, los autores adscriptos a esta línea consideran que la mayor disponibilidad de medios y de recursos, es un claro incentivo que sirve para explicar, por un lado, la notable intensificación de las acciones terroristas durante las últimas décadas y por otro, el sostenido incremento de su capacidad destructiva.

La hipótesis del terrorismo como reacción.

Un tercer conjunto de explicaciones sostiene que la aparición del terrorismo está motivada, fundamentalmente, por sentimientos colectivos de descontento generalizado. Según este enfoque, el accionar terrorista sería una extensión directa -aunque imprevista- de movimientos no violentos precedentes que se fueron concretando en facciones progresivamente radicalizadas. Esto no significa que el terrorismo sea la continuidad de un proceso; muy por el contrario, se trata de una ruptura con cualquier movimiento social previo, pero -aparentemente- buena parte del terrorismo contemporáneo hundiría sus raíces en el prolongado e intenso ciclo de descontento social que se manifestó en muchos países durante las décadas del 60 y del 70. En esta época, muchas regiones del globo experimentaron cambios políticos, sociales y económicos que generaron reacciones colectivas de rechazo; reacciones que -en algunos casos- se canalizaron a través de la violencia terrorista. Concretamente, la disolución de ciertos lazos tradicionales que cohesionaban social y culturalmente a algunas sociedades, condujo a una percepción profundamente negativa y magnificada de la realidad; una percepción que indujo a ciertas agrupaciones a emplear la violencia como herramienta de salvación. Como sostiene M. Wieviorka, el terrorismo es -indudablemente- una combinación de miedo y de ruptura; de esperanza y de desesperación. De hecho, muchos movimientos radicalizados han sostenido que su decisión de actuar fue determinada por las presiones y los abusos a los que se veía expuesta su población; presiones y abusos ejecutados por el poder político local, pero originados desde el exterior.

El caso arquetípico al que recurren estos investigadores para demostrar sus hipótesis es el del colonialismo; un fenómeno asociado a la fuerza de una dominación extranjera y a la práctica política basada en la arbitrariedad y en la discrecionalidad. A través de sus análisis, el colonialismo aparece como un modelo de dominación específico que generó diversas disfunciones y terminó engendrando un cúmulo de resentimientos y de frustraciones para las poblaciones autóctonas. En la actualidad, el sistema colonial formal ha sido prácticamente superado; sin embargo -en el caso islámico- la emergencia terrorista parece estar fuertemente vinculada al disgusto general de las poblaciones ante la imposición del paradigma de modernización occidental. De hecho, para muchas comunidades árabes y/o musulmanas la fuerza de la occidentalización sigue intacta y constituye una fuente de complejas sensaciones de opresión y de marginación política, económica y cultural. En los últimos tiempos, estas percepciones se han exacerbado por el conflicto con Israel, reforzando el complejo de inferioridad de estas poblaciones. En este contexto -sostienen los analistas- los grupos fundamentalistas se auto-identifican como los verdaderos defensores de los oprimidos y se presentan ante el mundo como la única punta de lanza contra sus más poderosos enemigos: los judíos y los norteamericanos.

Como sostiene Rubenstein, los miembros de estas organizaciones pueden ser fanáticos religiosos, pero la religión es el medio mediante el cual expresan sus convicciones políticas, su odio por la dominación occidental, sus sueños de redención nacional y su conservadurismo social. Se sienten amenazados y debido a ello, sus objetivos primarios se concentran en reforzar la legitimidad religiosa y la autenticidad histórica, contenidas en el sistema general de creencias; un sistema que se sostiene en la ley coránica (Charia), en la figura del profeta (Mahoma) y en la fuerza de la comunidad (Umma). En este contexto, el terrorismo podría ser cabalmente interpretado como un espacio reactivo de verdadera significación social.

A modo de conclusión

Indudablemente los análisis y las perspectivas de esta corriente de interpretación pueden contribuir significativamente a dilucidar las causas del terrorismo. Sobre la base de una serie de trabajos empíricos, sus autores han definido un campo analítico específico, han desarrollado categorías adecuadas, han construido universos conceptuales más profundos y han enriquecido las visiones de conjunto, incorporando a los factores ambientales que no habían sido valorados adecuadamente. Asimismo, han logrado establecer parámetros hermenéuticos claros y han empleado - rigurosamente - una serie de razonamientos que amplían las limitaciones de nuestros conocimientos.

Sin embargo, entendemos que la explicación etiológica del terrorismo no puede llevarse a cabo mediante una sola vía ni reducirse a los márgenes de una visión fragmentada. Las causas que precipitan la implementación de esta estrategia siempre son variadas, sinuosas y complejas y, por lo tanto, será una adecuada combinación de factores - tanto endógenos como exógenos - la que tendrá mayores posibilidades de éxito.

El problema de las causas es uno de los núcleos más críticos del fenómeno; un núcleo sobre el cual deberían fortalecerse - sistemáticamente - los progresos teóricos. Más que combatir al terrorismo, lo que deberíamos hacer es identificar las razones que lo provocan y trabajar para evitar que sigan proliferando.

* Patricia Kreibohm. Licenciada en Historia (UNT) y Magíster en Relaciones Internacionales (UNT). Profesora Titular cátedras de Historia Contemporánea y de Relaciones Internacionales en las carreras de Lic. en Comunicación Social y Lic. en Ciencias Políticas en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA) Tucumán. Colaboradora del Departamento de Historia del IRI. Desarrollo amplios trabajos sobre el terrorismo y profundas investigaciones con sentido académico en el terreno de la cuestión de la violencia política que generalmente no se discute con criterios científicos, sino con posiciones ideológicas.

Referencias:

1 “Indudablemente el terrorismo es un problema extremadamente complejo. Tal vez esta sea una de las razones que explican la cantidad y variedad de definiciones que se han formulado y que hacen tan ardua la tarea de su conceptualización.” Rafael Calduch Cervera. Conferencia “La problemática conceptualización jurídica del Terrorismo Internacional”. Universidad de Castilla-La Mancha, Noviembre de 2001.
2 Reinares Nestares, Fernando y Giner, Salvador. (Comp.) Terrorismo y sociedad democrática. Akal, Madrid, 1982. Terrorismo y sociedad democrática. pág. 58.
3 Cuando se alude a crisis o cambio económico-social, no necesariamente se está hablando de retroceso, empobrecimiento o estancamiento. Por el contrario, muchas veces se hace referencia a los conflictos que trae aparejado el crecimiento económico, el desarrollo tecnológico e, incluso, la elevación del nivel de vida de la media de una sociedad.
4 Cf: William Kornhauser The politics of Mass Society. En: Wieviorka, Michael. El terrorismo. La violencia política en el mundo. Plaza y Janés. Barcelona, 1991, pág. 432.
5 Un anti-movimiento social invierte las categorías de un movimiento social y significa, básicamente, una ruptura cuyo carácter tiende a la utopía o a los absolutos del todo o nada. Ibidem, pág. 24.
6 Wieviorka, M. El terrorismo. La violencia política en el mundo. Op. Cit., pág. 15.
7 Sobre todo porque, como afirma Raymond Boudon, la crisis puede manifestarse también a través de conductas opuestas a la violencia: apatía, desmovilización, repliegues introspectivos, resignación y atonía. En realidad, lo único que puede sostenerse con firmeza es que una situación de crisis crea un terreno favorable para la emergencia y/o para el incremento de la violencia.
8 Wardlaw, Grant. Terrorismo Político: teoría, táctica y contramedidas. Ediciones del Ejército, Madrid, 1986, pág. 79.
9 Seoane, Julio y Rodríguez, Ángel. Psicología Política. Pirámide, Madrid, 1997, pág. 208.

Nota: publicado en Ágora Internacional, Vol. 2, N° 4, 2007.