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ANU-AR | Rwanda, a veinte años de un genocidio que espanta

Rwanda, a veinte años de un genocidio que espanta

Por Silvia Perazzo
Presidenta de ANU-AR y especialista en temas de África

El 6 de abril de 1994 el avión que trasladaba a los presidentes hutus de Rwanda, Juvenal Habyarimana, y de Burundi, Cyprien Ntaryamira, caía en Kigali víctima de un atentado. Cuarenta minutos más tarde, se iniciaba una masacre de tutsis y de hutus moderados organizada por las FAR (Fuerzas Armadas Rwandesas), funcionarios de la administración y grupos de autodefensa, y ejecutada mayoritariamente por la población hutu. Al cabo de dos meses 850.000 personas habían muerto en circunstancias terribles (un promedio de 10.000 personas por día) y más de dos millones se contaban entre los refugiados en países vecinos.

La invasión del Frente Patriótico Rwandés (FPR) el 1º de octubre de 1990, había reavivado las tensiones entre la población rwandesa integrada por un 85% de hutus y un 14 % de tutsis. El pánico por la invasión y la reticencia del presidente hutu a democratizar el país tal como se le solicitaba desde el exterior, llevaron a una guerra civil que culminó finalmente con el genocidio.

Si bien es discutible la existencia de un plan del genocidio perpetrado por las líneas más duras de los hutus, llama la atención el grado de organización en la perpetración de las masacres. El tráfico de armas en los meses previos al genocidio, el entrenamiento de civiles en grupos de autodefensa, la compra de 531.000 machetes en 1993, las listas de tutsis que circulaban mucho antes de que se desataran las masacres y la continua propaganda a favor de la violencia que hacían los medios de comunicación (en especial Radio Televisión Libre de las Mil Colinas y el periódico Kangura) demostraban desde al menos un año antes la tragedia que se avecinaba. Estas señales fueron absolutamente ignoradas por la comunidad internacional, pese a que el informe del Relator Especial de las Naciones Unidas alertaba sobre las matanzas de tutsis por el simple hecho de ser tutsis y las denuncias de varias asociaciones de derechos humanos que demostraban los preparativos para la matanza. La inacción de las Naciones Unidas – que decididamente miraban hacia otros escenarios como la Ex Yugoslavia, Somalia o el fin del apartheid en Sudáfrica - y la complicidad francesa que operó como agente de desinformación, volvieron fútiles todos los intentos de evitar las masacres por parte de Romeo Dallaire, por entonces comandante de las Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Rwanda (UNAMIR).

Cuando finalmente las tropas del FPR conducidas por Paul Kagame ingresaron en Kigali y tomaron el poder, pusieron fin a las masacres no sin antes desatar terribles represalias que costaron entre 50.000 y 100.000 muertos, esta vez hutus. Desde entonces, Paul Kagame ha gobernado Rwanda dictatorialmente primero y con una pseudo democracia después, contando con las simpatías de Occidente demostrado en el hecho de tener como asesor nada menos que al ex Primer Ministro británico Tony Blair. Más allá de sus conocidas frases llamando a la unidad de los rwandeses, ha utilizado el genocidio como arma de dominación frente a los hutus y ha sido responsable de las peores atrocidades en la República Democrática del Congo.

Las secuelas del genocidio aún se hacen sentir; no basta solo con los memoriales.

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